Deberías preguntarte si todo lo que te cuentas es verdad o son tus películas acerca de lo que te ocurre.
Tu cerebro necesita respuestas y si no dispone de ellas, las buscará aunque no tenga certeza alguna de su realidad.
Es importante que diferencies, porque una cosa son los hechos («he discutido con mi pareja») y otra es lo que tú interpretas sobre lo ocurrido («nunca me valora», “siempre quiere llevar razón”, “es inaguantable”, …)
Así que tienes que tener claro que sólo se trata de HECHOS.
No de pensamientos, porque no deberían tener ningún poder sobre ti.
No de suposiciones ni opiniones, que es lo que te arrastra al fango.
No de emociones, ídem.
Sólo HECHOS, es lo único objetivo. El resto es tu interpretación.
Se trata de comenzar a cuestionarte todo “eso” que pasa cada día, a cada hora por tu cabeza.
Te pasas la vida saltando como un muelle ante cada pensamiento, ya sea construyendo historias de terror que el 95% de las veces no ocurrirán.
O creando el cuento de ilusiones que te sigues creyendo.
Visto así parece fácil pero todo ocurre en milésimas de segundos y si no andas espabilado acabarás enganchado a esa emoción que te oprime el pecho o te hace un nudo doble en el estómago.
Y el problema es que tu cerebro lo graba todo, y cuanto más te repites el mismo repertorio, más resistente se vuelve esa grabación.
Y además, te crees que todo “eso” que piensas se pierde en el inmenso universo como si fuese humo de chimeneas.
Pues vengo a amargarte el día.
No es así, nada se pierde, todo se queda bien atadito y además cuanto más emoción te provoca, más se refuerza.
Venga, te doy un respiro.
No te culpes, es inconsciente, pero eso no quiere decir que no puedas hacer nada.
Puedes y debes, siempre que quieras salir de la rueda del hámster donde andas metido (o del día de la marmota).
Que quieras soltar ese miedo que te despierta de madrugada con un nudo en el pecho.
Que quieras dejar de pasar el día con la espalda contraída y tensionada por tu maravilloso estrés.
O que quieras librarte de la colección de emociones que te mantienen inmóvil y en permanente sufrimiento.
Pero lo peor es el estatus de normalidad que le hemos dado a estas situaciones.
Cuando hablas con tu amiga Pepi, le cuentas tu problemón y se compadece de ti mientras te dice que es normal, que ella también lo ha vivido, entonces de forma inconsciente decides que como a los demás también les ocurre, “eso” que sientes es lo normal.
Y entonces llega el día en que las sensaciones no desaparecen, que tu cuerpo “peta” y dice “hasta aquí” y el mundo se para.
Y como nunca has prestado atención a esos avisos que te enviaba de forma recurrente, pues ahora no sabes de qué va la película.
Te invito a que comiences a hacer algo diferente a lo de siempre, que en definitiva es lo que te ha traído hasta donde estás ahora.
¿Serías capaz de “salirte” de tu película y observar cómo pasan tus pensamientos delante de ti sin que te afecten?
No va a ser de un día para otro, pero si no empiezas no habrá cambio.
Ya te aclaro que “eso” que ahora sientes crea adicción y tu cuerpo seguirá pidiendo más de lo que le das.
Hay que traspasar esa línea y ser capaces de observar sin reaccionar como un muelle.
Así te conviertes en el observador de tu historia, que es mejor papel que el de la víctima.
¿Tiene esto sentido para ti?