El próximo mes de Agosto hará seis años que adopté a Mystic, mi gata.
Si me lo cuentan hace unos años hubiese tachado de pirado a quien se hubiese atrevido a proponer tal idea.
¿Por qué?
Porque estaba intoxicada con los “mitos y leyendas” que circulan en la “sabiduría popular” sobre los felinos.
Estar casada casi 20 años con un veterinario que no soportaba a los gatos porque los tachaba de traicioneros también dejó su huella.
Y si nos ponemos un poco más místicos, el perro representa la lealtad y el gato es el arquetipo de la independencia.
Y fue a raíz de poner mi vida patas arriba en todos los ámbitos (ya lo conté en otro mail así que no me enrollo otra vez) y después de fallecer mi querida perra Luna, mi niña, cuando sentí que me apetecía conocer la energía de los gatos.
Aquello me parecía una locura porque de hecho me daban miedo, tan profundo habían calado en mí esas leyendas urbanas, que yo veía un gato y me cruzaba de acera.
Pero mi “nueva vida” y todo el trabajo interior que llevaba hecho me habían ayudado a liberarme de muchas cadenas mentales que, de forma inconsciente, me mantenían atrapada.
Y aunque siempre alguien me decía que me iba a regalar un gato, yo me negaba porque quería hacerlo bien, porque quería sentirlo y les decía que si el gato tenía que llegar a mi vida, el Universo (la vida o como quieras llamarlo), se movería para que así fuese.
Y mientras, iba leyendo todo lo que desconocía sobre estos fascinantes seres, sabía que si tenía que ser, ocurriría.
Así que me hice casa de acogida en una protectora contándoles mi total inexperiencia y desconocimiento sobre el tema y que prefería encargarme de momento de cachorros que les llegasen.
Y tantos meses pasaron desde entonces que casi hasta me olvidé del tema.
Y un caluroso día de Agosto del año 2018 me llaman de la protectora preguntándome si me encontraba en Madrid y que si seguía interesada, porque habían rescatado una gatita de alrededor de un año, que llevaba tres días subida a un árbol sin comer ni beber y que no tenían a nadie para hacerse cargo de ella.
Madre mía, se me hizo un nudo en el estómago, me flaquearon las piernas y casi ni me escuché decir que sí, que estaba en Madrid y podía hacerme cargo de ella.
Así que al día siguiente, allí que me fui, a conocer a mi nueva compañera de vida.
Iba más nerviosa que en una cita a ciegas (aunque nunca he ido a ninguna pero lo puedo imaginar).
Y allí que me planto, yo y todos mis miedos, sentada en el suelo de una salita de la protectora con dos voluntarias para hacer las presentaciones.
Y entonces aparece una gatita negra con una mancha blanca en el pecho (os recuerdo que mi perra se llamaba Luna).
No sé quién estaría más asustada de las dos, pero ella lo tuvo claro.
Se acercó a mí despacio, me olisqueó y se tumbó sobre mis piernas mostrándome su tripita.
Ahí me quedé en shock cuando una de las voluntarias me dijo: “ya te ha elegido” (aún me emociono al recordarlo).
Y ahí comenzó nuestra aventura, dos seres que han dado la vuelta a su vida y han seguido adelante a pesar de los miedos y el entorno.
¿Por qué te he contado todo esto?
Porque nuestras creencias no nos permiten ver la luz.
Porque las “lealtades familiares” nos nublan el futuro.
Porque los mitos que has escuchado durante la infancia no te están permitiendo vivir tu vida.
Porque te han hecho creer que tienes que ser como has sido siempre.
Porque si rompes con “lo de siempre” traicionas al clan.
Porque tú no eres mejor que los demás y no puedes conseguirlo.
Y ese goteo va haciendo su trabajo y nos mantiene en el sitio de siempre porque nuestro mayor miedo es quedarnos solos.
Escucha lo que sientes y ve a por ello.
Si yo no hubiese prestado atención a esas sensaciones, me estaría perdiendo la experiencia de abrirme a lo nuevo, a la energía de los gatos, a descubrir lo inmensamente cariñosos que son a pesar de su independencia.
Y aunque esto es sólo una pequeña muestra, te garantizo que pasa con todo.
Revisa hoy qué no te estás permitiendo.
Qué te está gritando tu alma que no estás queriendo escuchar.
Qué excusas te estás poniendo para no elegir el camino que realmente deseas.